viernes, 30 de abril de 2010

Smile

Nos cuentan que hay más novela entre rutinas que entre páginas, o más ficción en la realidad que en las cintas, o más drama entre bastidores que sobre el escenario. Y asentimos, como si lo comprendiéramos. Creemos hacernos una idea, como si fuesemos espectadores lejanos de un griterío amortiguado. Qué dulce sosiego, el de la distancia.
He tenido la agria oportunidad de asomarme a la mirilla de esa sala. Aún como parte del público, acaso ajena todavía. Y he entendido, a mi pesar, cómo supera la verdad a la fantasía. Y lo poco que necesitamos más de lo mismo, aunque sea en teatro; lo canalla que supone inventarse más tragedia. He deseado volver a los tiempos en los que uno sabía que el cuento terminaba bien. Porque para finales tristes, no hay más que echar un vistazo fuera del libro.


*Y presumo de estar orgullosa de lo que otros se arrepienten.

3 comentarios:

  1. Puede que nuestra manía de inventar tragedias y presenciar las de otros aún sabiendo que son ficticias no sea sino una forma de reconfortarnos en el famoso mal de muchos (sí, somos tontos a veces), sentir que no sólo nosotros sufrimos, que hay alguien que nos comprende.

    Pues, a fin de cuentas, la miseria no se inventa de la nada, tragedia que no sale de las tripas, tragedia falsa (y se nota).

    Un abrazo enorme y mucho ánimo

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  2. Siempre me he identificado mucho, muchísimo, con lo de que aquello de "All the world is a stage". Últimamente, además, empiezo a pensar que creamos la ficción como consuelo y como vía de escape de nuestras propias realidades, porque la ficción si no es perfecta, es porque nosotros decidimos que no lo sea; podemos elegir. En la vida real, lamentable (y afortunadamente) muchas veces no somos nosotros los que elegimos.

    Besón

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  3. El cielo es un hotel de 400 estrellas, pero puede esperar, la vida es un viaje de ida...

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