miércoles, 6 de octubre de 2010

Con las gafas de colores

En un día como hoy, me sorprende darme cuenta de que hay tantos que se parecen entre sí, y algunos que se parecen tanto que, en definitiva, nadie se parece a mí.
Nadie pasa desapercibido con un escándalo tan rotundo, y nadie sabe mentir cargando tanta certeza. Yo no miro para ver, sino para ser vista; y cuando quiero observar, entonces soy invisible.
Poco importa ya la indiferencia destructiva del resto, su crítica inagotable, su eterna comparación. Todo ello es igual de implacable ante la suficiencia y ante la autocompasión. No se premia la modestia, ni se halaga la discreción, ¿quién quiere entonces ser mudo? Prefiero saberme auténtica, inaccesible incluso para mí misma, ¡qué mejor revelación!
Mi autenticidad, lo sé, no es única ni original; sí lo es mi admiración por ella. En un día como hoy, en el que las antiguas divas se muestran cada vez más rubias, y los antiguos héroes parecen cada vez más flacos, soy por fin consciente de que jamás debí imitar.

viernes, 1 de octubre de 2010

La historia de la calabaza


No entiendes por qué zumba en tu oreja que ya no me acuerde de ti. Siempre estuviste segura de que un día termina exactamente a las doce en punto, se transforma en pasado, y ya no puede hacerte daño. Y esa ingenuidad que se disfraza de frío te hace a veces tiritar.
Sabes que no voy a regalarte el consuelo. Tú no me envidias, ni la envidias a ella, así que no te haré nunca ese favor. Pero aprender a olvidarte no fue un trabajo meticuloso, sino un acto reflejo. Pasadas las doce campanadas, ya no quedó cenicienta que perseguir, y yo me negué a ser el príncipe del plantón de cuento. No éramos especiales, ni mágicos, no teníamos banda sonora ni retocábamos las fotos para fingir eternidad. Éramos dos ansiosos intentado abrir una cerradura a oscuras.
Con la llave equivocada.

Así que dile a tu ego que deje de merodear vidas ajenas, ya no pinta nada ahí.