miércoles, 7 de abril de 2010

Ya soy uno más

Sigue mirando al suelo, mientras intenta que dejen de temblar todas las ideas que ha estado agitando hasta el colapso. Se frota con dulzura las yemas de los dedos, y el encanto que desprenden sus manos imperfectas hace que me dé aún más miedo lo que está escondido en su garganta.
Levanta la cabeza, pero no la vista. Me hace temblar con cada carraspeo, y lo sabe. Resopla, y yo imagino que expulsa en ese aire parte del castigo que me espera en sus palabras. Me concentro en ese oxígeno impregnado de aroma a su boca, aferrándome al clavo más caliente que encuentro a mi alrededor.
Vuelve a negarme la mirada, para ofrecérsela esta vez a la ventana, y el sucio cristal me mata de celos. Empiezo a comprender que habrá que aprender a desconocerse. Y a dejar de observarlo todo con ojos de niño ensimismado, sin ganas de ocultar mis ganas.
Abre la boca para liberarse del peso de las palabras sobre su mandíbula, que tiembla ligeramente como si las ideas, tras ella, aporreasen las puertas del sonido. Me descubro suplicándoles en silencio que no salgan al exterior. Que no me bajen de este pedestal en el que soy tan feliz, a pesar de todo, donde soy un único entre tantos cualesquiera.
Pero ante mi estupor desesperado, alza la vista con una puntería estratégica, y acierta en mis pupilas. Y ya está. Es todo lo que necesita.
Ya soy uno más.

2 comentarios:

  1. "alza la vista con una puntería estratégica, y acierta en mis pupilas. Y ya está."

    Sutil y delicado, pero directo. Simplemente genial.

    Un abrazo

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  2. "Y el sucio cristal me mata de celos..."

    A veces intentamos arrastrar la bola a la que estamos encadenados.
    Y todo.
    Un besarrac.

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