El teléfono quiere espuma de cervezaAunque no, la mañana no es hermosa ni rubia(L.G. Montero)
domingo, 19 de diciembre de 2010
Un domingo telefónico
miércoles, 15 de diciembre de 2010
Cuerpos celestes y cuerpos tostados
lunes, 22 de noviembre de 2010
La Frontera
lunes, 15 de noviembre de 2010
el eterno pasajero
martes, 9 de noviembre de 2010
In her shoes
sábado, 6 de noviembre de 2010
Al callar
miércoles, 6 de octubre de 2010
Con las gafas de colores
viernes, 1 de octubre de 2010
La historia de la calabaza
domingo, 22 de agosto de 2010
Adiós
No merece la pena seguir siendo sólo una parte de algo que ni siquiera es un todo.
viernes, 13 de agosto de 2010
Allí
Y yo entonces creo adivinar que es allí, donde miras, donde te empujan los deberes;
y que es aquí, de donde alejas la mirada, donde te libera el ocio.
Cómo saberlo, si en uno de los dos lugares mientes, y yo no averiguo a cuál pertenezco.
Me basta, sin embargo, con saberme lejos de "todo-lo-demás". Con estar al otro lado de la puerta, aunque la tengas cerrada con llave y no me dejes asomarme. Me contento con que sugieras que me quede donde estoy, y me intentes convencer de que es mucho peor la alternativa. Aunque yo sepa que no es cierto, tú te esfuerzas en que lo parezca.
Sí, ese esfuerzo es, a todas luces, mi recompensa.
lunes, 19 de julio de 2010
Me canso
No me malinterpreten: no les puedo juzgar. Podría, si les comprendiera. Solamente me permito forzar la vista e intentar leerles en la oscuridad.
Pues porque dedicasteis demasiado tiempo a intentar tocar el cielo, y os olvidasteis del asfalto sobre el que os movéis. Nadie se esforzó por dilatar mi comprensión, por entrenar mi tolerancia. Y como no la tengo en forma, cuando la pongo a prueba ante el mundo, sucede lo inevitable: me canso.
lunes, 7 de junio de 2010
Vaivén de contratiempos
Y cuando él se detiene, la mira, le dice que la echó de menos y ella se deja abrazar más fuerte mientras sus cuerpos se mecen por el deseo, ella se da prisa en arrastrar los pómulos por la almohada para que él no perciba cómo se le empapa la mejilla por no poder sentir lo mismo.
miércoles, 26 de mayo de 2010
Autopistas en el agua
desgastado,
de unas líneas dibujadas sobre el mar.
Me emborrachan y me toman
de la mano,
invitándome a aprender a navegar.
Me he negado a oír su llanto,
ensordecido
por el grito de las sábanas de dos;
camuflado por el canto
y el silbido
de los pasos que se acercan al salón.
de momento
con los vértigos del barco de vapor.
He agotado cuerpo y mente
en el intento
de aprender a dirigir mi embarcación.
Despedirse no da miedo,
sólo pena.
Sólo a ratos echaré en falta la mar.
Lo que temo es que me quedo,
y tú te quedas,
y así nunca querré volver a marchar.
viernes, 30 de abril de 2010
Smile
He tenido la agria oportunidad de asomarme a la mirilla de esa sala. Aún como parte del público, acaso ajena todavía. Y he entendido, a mi pesar, cómo supera la verdad a la fantasía. Y lo poco que necesitamos más de lo mismo, aunque sea en teatro; lo canalla que supone inventarse más tragedia. He deseado volver a los tiempos en los que uno sabía que el cuento terminaba bien. Porque para finales tristes, no hay más que echar un vistazo fuera del libro.
*Y presumo de estar orgullosa de lo que otros se arrepienten.
martes, 20 de abril de 2010
Pintar y borrar
Incluso resultaba triste, la perspectiva del olvido espontáneo. Involuntario. Qué menos que guardarle una parcela entre sus ideas, ¿no?
Sucedía que al tratar de alimentar las brasas, al evocar melodías, trayectos y tardes soleadas, las manchas de hastío lo cubrían todo con una querencia indeleble y contagiosa. Se había acostumbrado a ignorar lo bueno, para no dejarse convencer, y se le había olvidado su dicha anterior.
Incluso resultaba triste, y no lo sentía por él, que había aprendido a odiar los recuerdos a propósito, por supervivencia. Lo lamentaba por ella misma, quien ya no podría rememorar sus propios tiempos felices. Todo quedaba silenciado tras un telón de orgullo opaco y frío. No había sufrido, es cierto, pero ahora se sentía como si nunca hubiera disfrutado.
Era sorprendentemente triste lo poco que se acordaba de él.
lunes, 12 de abril de 2010
Ya soy "otro" más
El tren se pone en marcha con energía, tambaleando en su primer impulso los cuerpos de trapo de sus pasajeros. Casi vacío, el vagón se sumerge en las minas de asfalto, escurriéndose bajo los pies de la ciudad aún medio dormida.
A veces, me siento como un fantasma entre tanta algarabía de rostros sin nombre. Bajo tierra somos todos iguales, imperturbables, vacíos. Me desplazo entre la gente como este tren bajo la urbe: soy casi imperceptible. Proyecto mi atención dispersa en cada nuevo alto del camino, por el que navego mecánicamente, como un ciego que se agarra a la correa de su labrador. Y contengo la respiración -y la consciencia- hasta el momento en que vuelvo a asomar la cabeza a la superficie y puedo, por fin, respirar.
miércoles, 7 de abril de 2010
Ya soy uno más
Levanta la cabeza, pero no la vista. Me hace temblar con cada carraspeo, y lo sabe. Resopla, y yo imagino que expulsa en ese aire parte del castigo que me espera en sus palabras. Me concentro en ese oxígeno impregnado de aroma a su boca, aferrándome al clavo más caliente que encuentro a mi alrededor.
Vuelve a negarme la mirada, para ofrecérsela esta vez a la ventana, y el sucio cristal me mata de celos. Empiezo a comprender que habrá que aprender a desconocerse. Y a dejar de observarlo todo con ojos de niño ensimismado, sin ganas de ocultar mis ganas.
Abre la boca para liberarse del peso de las palabras sobre su mandíbula, que tiembla ligeramente como si las ideas, tras ella, aporreasen las puertas del sonido. Me descubro suplicándoles en silencio que no salgan al exterior. Que no me bajen de este pedestal en el que soy tan feliz, a pesar de todo, donde soy un único entre tantos cualesquiera.
Pero ante mi estupor desesperado, alza la vista con una puntería estratégica, y acierta en mis pupilas. Y ya está. Es todo lo que necesita.
Ya soy uno más.
jueves, 11 de marzo de 2010
Abc
Me da rabia no poder fabricar letras con tanta rapidez como emociones. Bautizaría el olor de tu corbata, o el sabor de tu almohada, o el miedo de tu olvido. Y moldearía los términos según fueran haciéndose más fuertes, o más complejos, o más dolorosos. Daría nombres horrendos a los ratos vacíos, a los momentos tristes, al sonido del teléfono cuando nadie responde o cuando no respondes tú. Fabricaría apellidos melódicos para ponerles tu sello a los sentimientos que matizas con tocarlos. Lo renombraría todo, para que sí pudiéramos inaugurar vocabulario, y no tuviéramos que repetir lo que se dicen otros. Porque no dicen lo mismo, porque no sienten igual.
Quiero pasarme las horas inventando palabras que puedan hablar sin gestos. Que sean más que sílabas pero menos que poesía. Que sean, simplemente, una forma no banal de poder describir esto. Esa será, sin duda, la palabra más bonita.
martes, 9 de marzo de 2010
Tiempo
Puedo enseñarte a creer que se puede confiar en la paciencia tanto como en el deseo. Y puedo pedirte que lo intentes, que me intentes, que no pierdas las ganas de dormir y de beber.
Puedo ofrecerte sueño y sed, pero ni siquiera puedo prometértelo.
Y tú, ¿qué me puedes ofrecer?
- Yo no te ofrezco nada. Yo te lo doy.
Te regalo tiempo, que me sobra.
martes, 23 de febrero de 2010
Nubes y Claros
Ojalá todos los claros fueran así de ilusos.
Porque no hay tantas nubes como para que quiera llorar o quedarme, ni tantos claros como para provocar prisa y carcajadas. Señalo con la nariz a un cielo que no huele a tormenta ni a calor, que no suena a mar ni a monte, porque todo es mundo aquí debajo.
Ojalá todas las contradicciones fueran así de dulces.
(Gracias)
lunes, 15 de febrero de 2010
Insomnio
lunes, 1 de febrero de 2010
Desacuerdo y desolvido
Como tú, llevaría gafas de sol en lugar de entornar los ojos.
Lo miraría todo de lejos, ajeno, extraño, pero presente, igual que tú.
Y tú...tú serías como la música que pasa por mis sentidos sin dejar huella. Yo tampoco permitiría que me impregnases con tu aroma, ni dejaría que marcases nada en mí que pudiera seguir latiendo cuando ya no estuvieras. Serías, más que olor, acento. Más que imagen, tacto. Serías todo aquello que no se pudiera recordar con facilidad. Lo mismo que me haces ser a mí.
Si yo fuera tú, también agarraría mi mano, pero sin apretarla demasiado. Y tampoco me permitiría el más mínimo rubor.
Si yo fuera tú, tampoco me querría.
domingo, 31 de enero de 2010
Así
sábado, 23 de enero de 2010
Dijo que no, y al hacerlo, vio evaporarse todas las gotas de lluvia que no mojarían su ropa tendida. Sintió como se desenredaban sus dedos, y cómo se vaciaban sus bolsillos, antes llenos de manos ajenas. Notó ventilarse el olor a desayuno, el madrugón compartido, la incomodidad del sofá para dos. Vio derretirse el tacto de las paredes de una casa demasiado pequeña para dos, lo bastante grande para ellos dos. Y aunque le temblaba la barbilla, pronunció un “no” convincente, que sonaba a cierto.
La palabra mágica tuvo una vida breve. No dejó pasar más de un segundo desde que se formó la decisión en su conciencia hasta que la escupió sin miramientos. No esperó a que se gestara entre sus pensamientos, a que se formaran sus extremidades o a que se adaptase al medio que habría de dejar atrás. No quiso darle tiempo en su cabeza, porque sabía que de hacerlo, la palabra en cuestión ya no querría salir. Por eso, en cuanto la idea asomó debajo de su espeso flequillo, ya no hubo marcha atrás. Dijo no, y todavía no sabía si lo decía de verdad.
Solamente cuando renunció a la oferta con aquel sonoro “no”, tomó consciencia de lo que se estaba perdiendo. Estaba rechazando más de lo que era capaz de imaginar entonces. Tanto mejor, pensó, quiso pensar, se obligó a creer. Estaba canjeando una auténtica y asegurada felicidad por el mango de la sartén. Estaba condenándose a no aprender el camino de vuelta a un hogar que acababa de perder sin haber tenido.
Dijo que no, y al hacerlo, comprendió que no por ser dolor deja de ser amor, y no por ser lo correcto deja de ser sufrimiento.
lunes, 4 de enero de 2010
Días felices
Qué bonita estaba cuando se marchaba. Se despedía de él con un beso en la frente, y desde el coche volvía a decirle adiós con la mano. Él se volvía un cobarde, encogía de golpe y contenía desastrosamente sus ganas de perseguirla hasta el trabajo. Y se dedicaba por completo a pensar en ella. Fantaseaba con gastar el día a su lado, observándola de cerca, respirándole en la piel. Era su pasatiempo favorito.
Cuando ella volvía a casa, él la había echado tanto de menos que se lanzaba a sus brazos como si la hubiera esperado durante meses. Ella le mimaba un poco, le preparaba el almuerzo y se dormían en el sofá.
Por la noche, salían a correr juntos. Él siempre le ganaba, pero a veces aminoraba el paso para esperarla y trotar a su lado. Y deleitarse con el movimiento de su pelo, dando golpecitos sobre sus hombros al compás de sus zancadas, y con su frente perlada de sudor.
Antes de dormir, veían un rato la televisión. Él apoyaba la cabeza en su regazo, y ella le acariciaba el pelo, atenta a la pantalla. Pero él nunca fijaba la atención más que en su olor y su tacto, completamente consciente (y orgulloso) de su ciega obsesión.
Y aunque él no podía expresar cuánto la amaba, sabía que no era necesario. Ella le comprendía mejor que nadie, dialogaban sin palabras. Les bastaba para entenderse un movimiento de cabeza, un cosquilleo, un gruñido, una caricia o, simplemente, un ladrido.