Nos cuentan que hay más novela entre rutinas que entre páginas, o más ficción en la realidad que en las cintas, o más drama entre bastidores que sobre el escenario. Y asentimos, como si lo comprendiéramos. Creemos hacernos una idea, como si fuesemos espectadores lejanos de un griterío amortiguado. Qué dulce sosiego, el de la distancia.
He tenido la agria oportunidad de asomarme a la mirilla de esa sala. Aún como parte del público, acaso ajena todavía. Y he entendido, a mi pesar, cómo supera la verdad a la fantasía. Y lo poco que necesitamos más de lo mismo, aunque sea en teatro; lo canalla que supone inventarse más tragedia. He deseado volver a los tiempos en los que uno sabía que el cuento terminaba bien. Porque para finales tristes, no hay más que echar un vistazo fuera del libro.
He tenido la agria oportunidad de asomarme a la mirilla de esa sala. Aún como parte del público, acaso ajena todavía. Y he entendido, a mi pesar, cómo supera la verdad a la fantasía. Y lo poco que necesitamos más de lo mismo, aunque sea en teatro; lo canalla que supone inventarse más tragedia. He deseado volver a los tiempos en los que uno sabía que el cuento terminaba bien. Porque para finales tristes, no hay más que echar un vistazo fuera del libro.
*Y presumo de estar orgullosa de lo que otros se arrepienten.