miércoles, 26 de mayo de 2010

Autopistas en el agua

Hasta aquí llega el aroma,
desgastado,
de unas líneas dibujadas sobre el mar.
Me emborrachan y me toman
de la mano,
invitándome a aprender a navegar.

Me he negado a oír su llanto,
ensordecido
por el grito de las sábanas de dos;
camuflado por el canto
y el silbido
de los pasos que se acercan al salón.

He tenido suficiente
de momento
con los vértigos del barco de vapor.
He agotado cuerpo y mente
en el intento
de aprender a dirigir mi embarcación.

Despedirse no da miedo,
sólo pena.
Sólo a ratos echaré en falta la mar.
Lo que temo es que me quedo,
y tú te quedas,
y así nunca querré volver a marchar.