jueves, 18 de junio de 2009

Con los ojos bien abiertos

Tienen nombre y apellidos, y se repiten sin cesar. Les gusta retratarse con sus seres más cercanos, comportarse de distinta forma según el momento y el lugar, experimentar espasmos involuntarios a causa de lo que su especie considere "divertido", y pasar mucho tiempo acompañados. Pero en general ninguno de ellos es fuerte...la corpulencia es un atributo más bien obsoleto, y en algunos círculos de su mundo prima la valía intelectual, el desarrollo del cerebro más que el de los músculos. Viven en grupo, pero no siguen la ley de la manada...en lugares públicos, al caminar, al transportarse o al descansar, se mueven siguiendo pautas de conducta elaboradas aleatoriamente, se rozan y empujan, se tosen, se chocan y se miran tras un fino velo de discreción, sin mediar palabra, sin establecer más contacto que el fugazmente visual. Y curiosamente, cuando miran a su alrededor se preguntan por qué se sienten solos...sumergen las manos en agua pero no se mojan los dedos, y se preguntan por qué se sienten sucios. Viven en un mundo enfermo de sequía y malgastan lágrimas y saliva. Muchos en este mundo desean ser invisibles...yo, más bien, lo que querría es ser invidente.

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