miércoles, 14 de octubre de 2009

Motas de ausencia

Había una nota pegada en la nevera:













He decidido que me marcho, esta vez para siempre. Llámame sólo si de verdad me necesitas


Qué amplia sonaba aquella oferta. Se le ocurrían más de cien motivos de verdadera necesidad, pero era consciente de que tendría que dar un trato de preferencia a algunos sobre otros, o él se volvería inmune a sus reclamos. Así, elaboró una lista con las causas que le harían arañar su puerta con urgencia.
Sabía, en primer lugar, que le necesitaría para cerrarle la cremallera de la espalda del vestido amarillo. También echaría de menos su ayuda al doblar las sábanas y los manteles, o su irreemplazable tarea de sujetar el plato cuando ella le daba la vuelta a la tortilla de patatas. Le haría falta de igual manera para levantar el sofá del salón cuando se le perdiese la tuerca de algún pendiente y lo andase buscando como loca por el suelo.
Y para probar la salsa y confirmar que le faltaba un poco más de sal.
Y para soplarle fuerte en el ojo cuando se le metiese alguna mota de polvo.
Y para abrir el tarro de la mermelada, que estaba siempre tan duro.
Y para matar la araña del cuarto de baño.
Y para apagar la tele cuando ella se quedase dormida en el sofá.

Examinó la lista con satisfacción y, de repente, soltó una estridente carcajada. Se le había olvidado lo más importante.

Para seguir dejándome bromas pegadas en la nevera.

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