jueves, 27 de agosto de 2009

Por unos momentos

Cuando la veía fuera de su propio hábitat, llevando un disfraz de ropa y camuflada en su falso recatamiento, podía encontrarle un destello de atracción. Si se acercaba a mí, y y me dejaba olerla, subía un peldaño más y empezaba a descubrir en su figura perfecciones y vértigos jamás imaginados, tan sólo con su aroma. Ella entonces rozaba mi mano, o mi hombro, con su propia piel descubierta, con esa gasa que cubría sus delicadas curvas y me trasladaba a otro hemisferio de sentidos. Con un contacto tan temprano ya podía empezar a garabatear en mi imaginación palabras bonitas para ella.
Hasta aquí era yo un ser humano, nada más. Atracción real, fijación tangible, fácil de entender, en definitiva. Pero al flanquear el umbral de su desnudez, todo raciocinio quedaba automáticamente descalificado.
Ya no era yo, el ser humano corriente atraído por una dama; me transformaba en un hombre machacado por una obsesión casi enfermiza, la de poseerla a toda costa, y al mismo tiempo ser dueño de los versos más selectos que poder susurrarle sin pausa. Y a pesar de lo mucho que lo negaba después, la amaba con todas mis fuerzas cuando el deseo me hacía entregarme por completo a ella. Solamente entonces dejaba de ser una mujer más, para convertirse en mi musa, en aquella que me hacía desear, por unos momentos, regalarle la totalidad de mi existencia.
Unos minutos duraba aquel amor ciego y descontrolado, y después, silencio. Se encogía sigilosamente y volvía a su tamaño real. O al más irreal de todos, qué se yo. Conforme se alejaba de mí su esencia, perdía también mi sumisión a ella.
Por eso siempre supe que no sería capaz de quererla a tiempo completo, pero ¿quién puede decir que aquel amor, limitado a la brevedad de los cuerpos, fuese inferior a cualquier otro? ¿Por qué para amar de verdad uno debe hacerlo todo el tiempo? Puedo jurar que la intensidad de sus minutos compensaba con creces la ausencia de sus horas, y para mí aquello siempre fue más importante que cualquier promesa de envejecer juntos.

8 comentarios:

  1. A veces hay más amor en un instante que en toda una vida. A veces un sólo beso es todo. El amor no se mide en segundos... sólo responde al corazón. Y no hay nadie más caprichoso en el mundo entero, ni más independiente.
    Totalmente de acuerdo.
    Me encantó la historia.

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  2. El amor jamás compensa, los hay ardientes, que queman, que se viven con el calor y la intensidad que solo pueden imprimir las cosas efímeras y los hay tranquilos y sosegados, que transcurren con la tranquilidad y el sosiego que solo puede proporcionar la ilusión de perdurar en el tiempo, pero en ninguna de sus versiones compensa. Y si el amor no compensa a nadie es porque simplemente no lo necesita, porque no hay nada más inevitable que lo que nos hace felices.

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  3. Me temo que si el amor no compensase, no habría tantos aficionados...no nos caracterizamos por nuestro altruismo. Si la intensidad es efímera, compensa porque las quemaduras son breves, y si la tranquilidad perdura, también así lo hará un prolongado sueño. Suele merecer la pena.
    Y precisamente por eso es tan inevitable, como bien dices.

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  4. El amor puede merecer la pena, pero no puede compensar. No puede compensar a los enamorados que se lanzan sin más a cualquier parte y en nada pìensan mas que en satisfacer su deseo y tampoco puede compensar a los desenamorados que quisieran no haberlo conocido nunca. Entonces, ¿a quién?.

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  5. Pero ¿no lo ves? ¡Es precisamente eso lo que les hacía felices cuando se lanzaron al vacío en busca de satisfacer su deseo! Y lo hicieron, entonces... cualquier cosa que hicieran ya ha sido compensada.
    Tal vez quien quisiera no haberlo conocido tampoco es honesto consigo mismo, porque la herida es también parte de uno mismo, y solo a partir de ahí se crece.
    El matiz que diferencia "merecer la pena" y "compensar" es tan difuso que, en casos como éste, ya no se diferencia.

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  6. ¿Acaso ahora sabes a que le sabe el sabor de una manzana al lector?

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  7. Ni ahora ni nunca, lector, prometo no volver a interceptar opiniones ajenas. A fin de cuentas, también me gusta empaparme de ellas.

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  8. "Puedo jurar que la intensidad de sus minutos compensaban con creces la ausencia de sus horas..."

    Increíble.
    En serio.
    No atravieso una etapa muy creativa, por ello agradezco aún más tu comentario. Sigo echándole un ojo a tu rincón; prometo que estando más animada te comentaré mejor. El amor ahora mismo... No sé. Buf.



    Un beso.

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