lunes, 24 de agosto de 2009

Con o sin fronteras

Tal vez debería arrepentirme de comportarme, a veces, como el ser humano primitivo del que intentó alejarme mi buena educación. Debería, quizá, pedir perdón por el daño que mis instintos pudieron causar al resto; incluso puede que también fuera necesario enmendar mi error, no lo discuto. Pero el remordimiento, caballeros, también ha de tener un límite y hemos de trazarlo con perspectiva. Lamento el dolor, la rabia y el llanto que vinieron luego, pero lo otro... como animal, como persona, me veo incapaz de tachar lo otro.
El placer no merece rozar el arrepentimiento.

1 comentario:

  1. No merecen la oportunidad: los que se esconden detras del muro de la vergüenza, los que no saben distinguir entre la culpa y el miedo, los que echan sus raíces en el fango de las buenas costumbres... Y sin embargo disfrazarse de normalidad para desechar sentimientos propios y empaparse de emociones ajenas y artificiales es una práctica demasiado usual, tanto que a veces hasta los más valientes no pueden evitar acurrucarse y dejar de pensar por ellos mismos.

    ResponderEliminar