sábado, 12 de enero de 2013

De cuando soñábamos con estar


Ya no existen palabras ajenas
que cuestionen tu credo o mi fe.
Hasta el tiempo ha cejado en su empeño
de vaciar nuestras manos tan llenas,
de enturbiar con su bruma mi sueño,
de ensuciar todos nuestros cafés.

Somos hoy compañeros de viaje
y de sábanas sin estirar:
Tú despides mi avión y regresas
pero llenas de ti mi equipaje,
yo susurro un adiós con promesas
y te espero, de vuelta al hogar.

Y es tan dulce este mutuo ajetreo
de la prisa del despertador,
es tan pleno este abrazo de invierno,
que pudiendo pedir tres deseos
sólo quiero que esto sea eterno
y me sobran los últimos dos.

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