lunes, 15 de noviembre de 2010

el eterno pasajero

Dicen que el olfato se vicia. Que si aspiras el mismo aroma durante un buen rato, tu nariz se fatiga y deja de intentar convencerte.
Como una ráfaga de luz, que te ciega unos segundos; o como un sonido tan agudo que sigue imantando pitidos mucho rato después. Como un sabor muy amargo, que se agarra a la lengua con furia de tempestad. Como un buen susto, que te abandona a los jadeos incluso cuando ya pasó, ¿verdad? Como el dolor... que todavía duele.
Igual que todas esas cosas, pero justamente al revés. Eso dicen, que todos los olores son siempre pasajeros, y que envidian la eternidad de los demás sentidos.
Dicen que podría cansarme de olerte. Pero yo me guardo un truco, y me he decidido a engañarles: Cuando te acerques, contendré la respiración hasta la asfixia, para no olerte más con la nariz...

...y para desmayarme en tus brazos.

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