jueves, 17 de diciembre de 2009

AL truismo

Un regalo nunca es un regalo- hizo eco en su cabeza nublada de madrugón. -Ni hay cumplidos, ni hay favores.
La lección empujaba sin remedio a sus vetustas ideas, las tradicionales, que se aferraban a su entendimiento como negándose a ser desplazadas. Entonces él repasaba, uno a uno, todos los ejemplos recordables o imaginables, intentando discrepar. Odiaba la aplastante, desconcertante sabiduría de ella, o su impecable forma de fingirla, tal vez. Odiaba no tener más remedio que negarle la razón en voz alta, y tener que admitir en silencio que estaba en lo cierto. Y detestaba que todas sus enseñanzas resultasen tan negativas, que al admitir su certeza él sintiese que se hacia mayor de golpe.
Pero aunque odiase el vapor de sus doctrinas, no podía evitar respirarlo. ¡Qué paradoja tan poco original!

Un regalo es o bien un premio o bien un ansia- le había explicado empadada de suficiencia, de obviedad. Él había disimulado torpemente su desacuerdo, mientras almacenaba meticulosamente cada sílaba, para poder repasarla más tarde.

Un cumplido es una forma de comprar un sentimiento.- Llegando a esta parte le pareció que ella no se estaba dirigiendo directamente a él, sino que lanzaba sonidos al aire. Él abrió la boca para opinar, pero se arrepintió antes de empezar. Sabía que ella aplastaría sus razones con la facilidad más elegante, aunque solamente fuese con un ademán o un simple "pamplinas". Su compañera se le antojó un dique de contención de ideas, de las respuestas ampliamente aceptadas: fluían libremente hasta la presa, donde ella interrumpía su ruta, reteniéndolas con avaricia.

Y un favor...- concluyó,- un favor es siempre de ida y vuelta.

Callaba ahora.

¿Qué argumento alegar contra tan sólida sentencia? Había pronunciado la palabra
siempre saboreando, masticando y escupiendo cada una de sus sílabas, acariciando todos sus significados. No había excepción. Para ella, no.

No existe gratuidad... Qué bueno, ¿verdad?

Entonces él lo comprendió. Le bastó un segundo para darse cuenta de que ella acababa de quitarse el antifaz y estaba, por fin, al descubierto.

Sonreía ahora.

Por cierto- dijo al fin,- me debes algo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario